jueves, 17 de septiembre de 2009

La colaboración y el conocimiento mutuo entre la escuela y la familia favorece el desarrollo de los niños.

Los efectos formativos de la educación preescolar sobre el desarrollo de los niños serán más sólidos en la medida en que, en su vida familiar, tengan experiencias que refuercen y complementen los distintos propósitos formativos propuestos en este programa.

Esta convergencia entre escuela y familia es una antigua y válida aspiración, pero hasta hoy se ha realizado sólo de manera insuficiente y parcial, con frecuencia limitándose a aspectos secundarios del proceso educativo. Es una relación que encuentra en la práctica obstáculos y resistencias, algunos generados por la propia escuela, otros producidos por las formas de la organización y la vida de las familias. Es al personal directivo y docente de los Jardines de Niños a quien corresponde tomar la iniciativa para que esa brecha se reduzca tanto como sea posible. Para lograrlo es necesaria una actividad sistemática de información, convencimiento y acuerdo dirigido no sólo a las madres y a los padres de familia, sino también a los demás miembros de ella que puedan participar en una labor de apoyo educativo a las niñas y los niños.

Un primer objetivo es que las familias conozcan los propósitos formativos que persigue el Jardín y el sentido que tienen las actividades cotidianas que ahí se realizan para el desarrollo de los niños. Aunque muchas familias visitan el plantel, asisten a reuniones y participan en actos y ceremonias, son menos las que tienen claridad sobre su función educativa. Explicarla es especialmente importante en el caso del nivel preescolar, porque son comunes los prejuicios y las expectativas infundadas en torno a él, desde considerar que los niños sólo van a jugar, hasta esperar a que anticipe mecánicamente tareas de la escuela primaria.

La comprensión de los propósitos del Jardín es la base de la colaboración familiar, empezan­do por asegurar la asistencia regular de los niños a la escuela y extendiéndose a cuestiones de mayor fondo, como la disposición de leer para los niños y conversar con ellos, de atender sus preguntas, apoyarlos en el manejo de dificultades de relación interpersonal y de conducta. En síntesis, creando en los niños la seguridad de que para la familia es importante su participación plena en las actividades del Jardín.

El establecimiento de un acuerdo con cada familia en beneficio del niño exige al personal docente y directivo escolar sensibilidad y tacto, y el reconocimiento de las condiciones socio­eco­nómicas y culturales de la unidad familiar. Debe ser claro que la escuela no pretende enseñar a los padres cómo educar a sus hijos y menos aún suplantarlos en su responsabilidad, y sobre esa base, manejar las discrepancias entre las aspiraciones de la escuela y las creencias y las formas de crianza que son parte de la cultura familiar.

Una cuestión delicada por sus consecuencias es la colaboración económica y a través del trabajo personal que la escuela solicita a las familias. Muchas la prestan con generosidad, pero para otras representa un sacrificio por la precariedad de sus condiciones económicas y por el cúmulo de necesidades que deben resolver. El buen juicio y la solidaridad de educadoras y directivas debe evitar que las familias perciban a la escuela como una fuente de demandas frecuentes e injustificadas, sin relación evidente con el bienestar y aprendizaje de los niños.

2 comentarios:

  1. Es interesante compartir expereincias para optimizar la calidad educativa razon por la que todos los maestros y maestras tenemos el sagrado deber de vivr actualizandonos en situaciones pedagogicas, a ustedes que trabajan en este blog mil felicitaciones y sigamos compartiendo dios les bendiga

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  2. Entendiendo la historia como un proceso que rompe con las fronteras políticas e ideológicas intensificando los intercambios sociales y educativos, se debe tomar conciencia que el conocimiento de la historia y en especial las efemérides del calendario escolar, es un compromiso en nuestra tarea docente y el recibimiento de ellas por parte los actores principales: los niños y niñas. Se busca que el sentido a la identidad de una nación, pero por otro lado si se tiene falta de entidad no tiene sentido el valor de la historia en la practica educativa, los festejos históricos como la Ruta Bicentenaria nos estimula a redefinir las identidades políticas e históricas en un proceso inmediato a un reciente cambio que se debe realizar, pues recién nos hemos dado cuenta que significan las efemérides, en el Nivel Inicial, como todos los otros niveles educativos.
    La revalorización del conocimiento de la historia, corresponde a la creación de estrategias lúdicas, la conservación, producción crítica de los conocimientos de validez social, creando las condiciones para repensar la manera de encarar los diferentes contenidos. Se hace preciso encontrar nuevos sentidos, construyendo un puente que ligue las efemérides al presente, lo que contribuirá a un reencuentro propio y personal con la historia compartida. Cada Proyecto debe ser el sostén de todo lo expresado fundado en acuerdos entre todos los actores de una comunidad comprometida.
    Finalmente, se debe analizar la propia escala de valores del niño, del docente y la escuela. El niño decide cuando abraza o no un valor, no por repetición de acción o acciones externas impuestas. Cada contenido aunado a una batería de estrategias presenta un valor, cada hecho es un valor en sí, crear estrategias para cada efeméride o reflexión histórica, involucrando al niño, niña en cada virtud de los contenidos planteados para que críticamente reflexione, desde su aspecto personal y social como ser sujeto a derecho y ciudadano o ciudadana digna de este hermoso país.
    Lic Luisa Gonzalez
    Ña COCO

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